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jueves, 6 de septiembre de 2012

Fieles aún despúes de la muerte


Aunque la muerte nos separe

Todos hemos escuchado en más de una ocasión esas historias que hablan de perros que parecen tener una sensibilidad y una devoción especial hacia sus dueños, un sentimiento de fidelidad que les lleva a permanecer, en algunos casos, junto a la puerta de un hospital por la que su amo desapareció una vez hace ya muchos años. O sobre una tumba, cuidando y velando el descanso eterno de su dueño hasta el último día de su vida. Otras historias nos cuentan el increíble sentido de la orientación de los canes, que son capaces de volver a su hogar desde distancias que a veces se cuentan por miles de kilómetros, en viajes épicos que les costarán recorrer incluso algunos años. También se ha hablado mucho del supuesto sexto de precognición que parecen tener los perros, ese sentido que les posibilita adelantarse o intuir la inminente llegada de sus dueños, una tormenta e incluso un movimiento sísmico.
A continuación os mostramos algunas de estas peculiares historias y una pequeña muestra sobre los estudios que se han realizado en los últimos tiempos sobre este sexto sentido que hemos mencionado.



Gaucho.

Su dueño lo llamó “Gaucho”, ambos vivían en la localidad de Villa del Carmen, y fueron muy unidos. Un día el amo se enferma y debe ser trasladado a Durazno para ser internado en el Hospital Dr. Emilio Penza de una enfermedad grave. Fue entonces que el Gaucho quedó solo y se largó a caminar por el camino que recorrió su dueño. Cruzó humedales y arroyos, recorrió mas de 50 kilómetros de distancia hasta que llegó al lugar donde se encontraba su dueño internado, allí se quedó acompañándolo sin alejarse del lugar, porque él era su amigo de la vida. Los vecinos y personal del hospital lograron conocerlo por su inseparable presencia y su gesto de nobleza.   Cuando el amo fallece, en la sala se escucha al Gaucho llorar con remordimiento al igual que días atrás cuando su dueño se quejaba de algún dolor que sufriera.
Aquel perro de pelo casi oscuro y de ojos tristes lo acompañó durante su velatorio y hasta el lugar donde recibiría sepultura.

Fido

En un pueblito italiano a finales de la década de  1930 había un joven de nombre Luigi quien adoptó y crió un perrito mestizo bautizado “Fido”. Cada mañana Fido acompañaba a su amo a la estación de ferrocarril situada a unos 2 Km. del hogar. El joven trabajaba en carpintería en una pequeña ciudad de la zona y para desplazase tenía que tomar el tren todas las mañanas, regresando a su pueblito a las 5.30  todas las tardes. Allí estaba Fido esperando a Luigi ,día tras día.Después de expresar con brincos y ladridos la alegría del encuentro con su amo, Fido daba unas carreritas y saltaba en el monte todo contento, hasta llegar a casa. 
Esa rutina diaria fue interrumpida bruscamente cuando Luigi fue reclutado en el ejército y enviado al frente ruso en 1943. Luigi nunca volvió. Fue una víctima mas de la Segunda Guerra Mundial que mató decenas de miles de seres, algunos pecadores y criminales pero la gran mayoría, inocentes. Los meses y años pasaban. A principios de los 50, Fido tenía dificultades para desplazarse; no pudo escapar a los achaques de la vejez; tenía artritis. Sin embargo, Fido no perdía esperanzas. A pesar de los dolores para movilizarse y las fuerzas que mermaban cada vez mas, él seguía con su rutina convencido del regreso de su amo. El trecho de camino que hacía antes con ligereza en 15 minutos, tardaba ahora 2 horas, llegando a casa completamente agotado. Fué una tarde de invierno con fuerte viento y nevada. Fido dio sus últimos pasos sobre el blanco camino, se tambaleó y su noble corazón dejo de latir . Al día siguiente encontraron su pobre cuerpecito congelado y cubierto de nieve.
 
Bobby

 Bobby
Bobby era el terrier de un policía de la ciudad de Edimburgo llamado John Gray. Ambos estaban siempre juntos y ya era famosa en la zona la cantidad de trucos que Bobby sabía realizar. Desafortunadamente, un 15 de Febrero de 1858, Gray muere de una tuberculosis repentina. Durante el funeral Bobby permanecería siempre presente, y seguiría al cortejo hasta el cementerio de Greyfriars Kirkyard. Lugar donde descansarían los restos de John y donde además, en un acto de fidelidad extrema, Bobby pasaría el resto de los 14 años que le quedaban de vida montando guardia sobre la tumba de su fallecido amo. 
 Con los años Bobby se fue transformando en una leyenda local y personas que admiraban su fidelidad comenzaron a alimentarlo y a suministrarle un refugio en el invierno. A tal punto creció esta fama que en 1867 el mismo Lord Provost de Edimburgo, Sir William Chambers, intervendría personalmente para salvar a Bobby de la perrera y además, para evitar futuros accidentes de este tipo, declararía al fiel can como propiedad del Consejo de la Ciudad. Bobby moriría sobre la tumba de su amo en 1872, y al no poder ser enterrado en el cementerio la gente del lugar se reuniría para construirle una fuente con una estatua en su honor no muy lejos del cementerio. Estatua que,  curiosamente, fue construida mirando hacia la tumba de John Gray.

Collie

Collie
Collie llegó a La Piedad hace unos cinco años, el mismo día en que sepultaron a su amo. Esa noche se quedó junto a la tumba y al día siguiente, cuando los familiares vinieron por él, no hubo forma de llevarlo. Hubo unos días de pausa y regresaron, en este caso con una soga. “Dicen que al dueño lo cremaron y que eso lo desorientó, sigue viniendo a este sector donde comenzó todo, dice Eduardo Visconti, citando una versión que circuló entre el personal de La Piedad. Ahora duerme la siesta en el lugar cercano a la tumba y el resto del tiempo se queda cerca de las oficinas de entrada”, comenta.
Antes que Domingo, a Collie lo cuidó Miguel Landriel, capataz del lugar ahora jubilado, quien le pasó la posta. Yo quería hacerme amigo, pero se iba corriendo, no me dejaba ni acercar”.

Hachiko

Hachiko
Otro amigo fiel fue Hachiko, un perro de raza Akita inu nacido en 1923 en la ciudad japonesa de Odate. Sin embargo, menos de un año más tarde su dueño, un profesor de agricultura llamado Hidesamuro Ueno, lo llevaría hasta Tokio. Allí Hachiko se acostumbraría a su vida cosmopolita yendo todas las noches hasta la estación de trenes Shibuya para recibir a su dueño cuando éste llegaba del trabajo. Por desgracia Ueno fallece en 1925 y nunca es llevado nuevamente a su casa, por lo que Hachiko queda abandonado en las calles. No obstante, durante 11 años volvería fielmente todas las noches a la estación de trenes, exactamente a la hora en la que arribaba el tren que solía tomar Ueno. Una vez frenado el tren Hachiko buscaba a su amo cuidadosamente entre la multitud y luego se retiraba.

Lobito y Ovejero

Lobito
Elena es empleada de La Piedad y trae a su memoria otra historia de nobleza. “Hubo un perro negro y lanudo, que llamaron Lobito, que estuvo como ocho años al pie del nicho de su amo, en el primer piso, no se movió más de ahí, mi hermana le daba de comer y como ladraba y muchos se quejaron, terminó llevándolo a su casa hasta que murió de viejo”, señala. “¿No le contaron del ovejero?”,   Capital. “Fue una historia similar a la de Collie. pregunta Visconti a La Falleció el dueño, el ovejero se instaló en una perpetua del solar 7 A y nunca más se fue, habrá estado unos cuatro años, al principio tenía una actitud activa pero después murió ahí mismo de tristeza”.
 
Clara

Clara
El periódico israelí Maariv contaba en 2007 una historia particular. Una perra se negaba a abandonar la tumba de su dueño en el cementerio de Safed, al norte de Israel. La perra que fue apodada Clara, por los empleados del cementerio, fue echada varias veces del lugar pero siempre regresaba a la tumba de su  dueño Vladimir Yaronov que falleció en noviembre de 2007 a los 77 años. La historia de la perra provocó que varios oyentes en un programa de radio donasen comida para ella por un año.

Cementerio Nerja, Málaga.

El perro fiel
En marzo de 2009 un perro apareció en el cementerio de Nerja (Málaga) buscando a su dueño, un hombre de origen extranjero que falleció hace poco tiempo y que fue enterrado en el camposanto. El animal se instaló junto a la tumba del anciano con el que compartió los últimos años. El canino se ha aprendido los horarios del cementerio y, aunque a veces salía, siempre volvía antes de que  cerraran para estar junto a su dueño.
Los vecinos  se  acostumbraron a su presencia y le llevaban agua y comida; con lo que al animal ganó peso con los días. Lo que ninguno de los vecinos consiguió, a pesar de que varios lo intentaron, fue adoptarlo. El perro siempre volvía junto a la tumba de su amo.

Canelo

Canelo
Canelo era el perro de un hombre que vivía en Cádiz a finales de los 80.Seguía a su dueño a todas partes y en todo momento. Este hombre anónimo vivía solo, por lo que el buen perro era su más leal amigo y único compañero. Una vez a la semana uno de esos paseos eran hacía el Hospital Puerta de Mar, ya que debido a complicaciones renales el hombre se sometía a tratamientos de diálisis.
Obviamente, como en un hospital no pueden entrar animales, él siempre dejaba a Canelo esperándolo en la puerta del mismo. El hombre salía de su diálisis, y juntos se dirigían a casa. Esa era una rutina que habían cumplido durante mucho tiempo. Cierto día el hombre sufrió una complicación en medio de su tratamiento, los médicos no pudieron superarla y éste falleció en el hospital. Mientras tanto “Canelo” como siempre, seguía esperando la salida de su dueño tumbado junto a la puerta del centro de salud. Pero su dueño nunca salió. El perro permaneció allí sentado, esperando durante 12 años.

Yanu

Yanu junto a su dueña
Un perro ha vuelto a su casa en buen estado después de tres meses desaparecido, tras fugarse de la perrera de Leganés, a donde llegó tras perderse de sus dueños ocho días antes en la zona de Puerta de Toledo, en Madrid. Unos días después de su desaparición, alguien encontró al perro extraviado y lo llevó a la perrera de Leganés, de donde se escapó el 26 de marzo. Desde entonces, sus dueños no han dejado de buscarle.
La sorpresa llegó cuando su dueño encontró a Yanu, lleno de espigas y con pequeñas heridas, al bajar las escaleras de su casa. Según explica la asociación protectora El Refugio, nadie sabe donde ha estado Yuno estos tres meses ni cómo ha sabido regresar a casa. Desde la perrera municipal de Leganés, de donde se escapó, hasta la casa de los dueños en la Puerta de Toledo, en el centro de Madrid, hay más de 15 kilómetros, la M-30, y numerosas carreteras. “No nos lo podíamos creer tres meses después, cuando lo vimos en el portal nos echamos a llorar de alegría, ahora queremos disfrutar de el todo lo que no hemos podido durante estos meses” decía Perin, la dueña, acariciando a Yanu.


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